4 DE SEPTIEMBRE. DÍA DEL INMIGRANTE‏

Desde el año 1949 el 4 de Septiembre se celebra el Día del Inmigrante. La fecha fue instituida por un decreto del gobierno del Gral. Juan Domingo Perón, en recuerdo de una disposición dictada por el Triunvirato en 1812. La idea que atraviesa este día es la del reconocimiento y valoración de los aportes de los inmigrantes que pueblan el territorio argentino. Si trazáramos un recorrido histórico, podríamos reconocer la presencia de distintos grupos de inmigrantes a lo largo de distintas épocas. Un inmigrante que va cambiando, que no es siempre el mismo, pero que conserva algunas características en común que, más allá de su lugar de procedencia, lo definen como tal. Ya en 1853, y también hoy, con posterioridad a la reforma de la Convención Constituyente de 1994, el prólogo de la Constitución Nacional hace referencia a "todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino". El pensamiento de mediados del siglo XIX, en la voz de Alberdi, concebía a la inmigración como un factor de progreso, desarrollo y “cultura”, en tanto los inmigrantes introducirían hábitos de orden, buena educación, dedicación al trabajo.


Estas ideas tomaron forma concreta, en distintas medidas que promovieron la inmigración, especialmente europea. Desde 1880 llegaron masas inmigrantes, principalmente enormes contingentes de españoles e italianos y, en menor medida, rusos, franceses, polacos, sirios y armenios, que sin saber muy bien a dónde se dirigían fueron tentados por la posibilidad de un destino mejor al que Europa, o su lugar de origen, les ofrecía. Factores económicos, sociales, políticos, entre otros, se entrecruzan explicando, en parte, este movimiento hacia América. Según los datos del censo de 1914, un tercio de los habitantes del país eran extranjeros, lo cual nos lleva a imaginar el alto impacto en los modos de vida, costumbres, tradiciones, idiomas, religiones, la creación de diversas instituciones (solidarias, deportivas, sociales, culturales, etc.), organizaciones, las influencias en el arte, las danzas, la arquitectura, las viviendas, la creciente urbanización, etc., a la vez que cierto malestar y resistencias. Tiempos difíciles. Los inmigrantes pelean por incluirse en una sociedad que no les da demasiados privilegios ni facilidades.

Recordemos, por ejemplo, la huelga de los conventillos en 1907, que expresa una fuerte protesta contra los abusos de los dueños de los inquilinatos y las pésimas condiciones de vivienda, ligadas a los trabajos de baja calidad. Reclamo que el gobierno argentino reprime duramente . Cuestiones que atraviesan tanto la vida en esa época, como en la Argentina actual. A partir de 1930 se produce un importante, y continuo, movimiento de migraciones internas en Argentina. Este suceso está ligado, en sus primeros tiempos, al fin del modelo agroexportador como estrategia de crecimiento económico, y al creciente proceso de industrialización, en el marco de un nuevo paradigma económico y socio-histórico a nivel mundial. Estos factores contextualizan los desplazamientos de grupos poblacionales hacia las grandes ciudades, principalmente Buenos Aires y su periferia.

Grupos que encuentran una hostil recepción, visible tanto en la expansión de las “villas miseria”, en tanto no se ha previsto ni resuelto el rápido crecimiento demográfico, como en el trato despectivo y discriminatorio que sufren los migrantes. “Historia de villas y pensiones, de sacrificios recompensados y de frustraciones, de solidaridades y de rechazos, de trabajo, de nostalgia… la historia de las migraciones internas es la historia de una experiencia difícil. Miles de provincianos llegaron a Buenos Aires. En qué medida cada uno de estos hombres y mujeres habrá visto “Para septiembre de 1907, más de 2000 conventillos participan de la huelga, que se extiende a Lomas de Zamora y Avellaneda, y hacia ciudades del interior como Rosario, Bahía Blanca, Mar del Plata, La Plata, Mendoza y Córdoba”.