10 DE SEPTIEMBRE DE 1987. MUERE AIMÉ PAINÉ‏

Dedicada a difundir la cultura de su pueblo, fue la primera intérprete que se presentó vestida a la usanza de su cultura originaria, incluso durante la dictadura cívico-militar, cuando los valores de la cultura mapuche eran mirados con sospecha. Recorrió el país tratando de hermanar a los pueblos originarios pero infortunadamente no alcanzó a ver los frutos de su intenso trabajo porque murió a los 44 años y sin haber grabado ningún disco

Fragmento de En memoria de Aime Paine, valiente luchadora mapuche
Por Reynaldo Mariqueo - octubre, 1987*

"Hacia solo algunos días que Aime Paine había cumplido 44 años, cuando el pasado 10 de septiembre dejo físicamente de existir. Estaba grabando un programa para la televisión en Asunción, capital del Paraguay, cuando sufriera una hemorragia cerebral. Fue operada de urgencia, no obstante los esfuerzos de los médicos por salvarla, las complicaciones post-operatoria le ocasionaron la muerte. Fue velada el martes 15 en Buenos Aires, a la cual concurrieron dirigentes indígenas, amistades cercanas y admiradores de la popular cantante.

Al día siguiente fue trasladada a su tierra natal para darle sepultura de acuerdo al estilo y tradición de su Pueblo. Numerosas fueron las organizaciones tanto indígenas como criollas representadas y numeroso fue también el publico que se congrego para despedir a la destacada luchadora y personalidad Mapuche. Aime, cuyo nombre "oficial" era Olga Elisa (debido a las leyes racistas argentinas que no permiten a los indígenas usar sus propios nombres) había nacido el 23 de agosto de l943 en la ciudad de Ingeniero Huergo, provincia de Río Negro, Argentina.

Su desaparición enluta a toda la nación Mapuche; es cierto, no todos la conocían ni sabían de la obra gigante que realizaba, porque su tarea no siempre contaba con la simpatía de los medios de comunicación argentino ni de la comprensión y apoyo gubernamental necesario. Sin embargo a pesar de los obstáculos conquisto un lugar importante en el ámbito cultural Argentino, que hace que todo aquel que la descubra en el futuro -porque ella es de esas que no mueren- sentirá orgullo de haber tenido una hermana del temple de nuestra Aime y lamentara su temprana partida. Aime cultivo y desarrollo con originalidad la música de su pueblo, resguardando con celo la raíz y peculiaridades propias de nuestra cultura ancestral. Como mujer mapuche reflejaba las mas genuinas cualidades de nuestras heroínas, con singular valentía desafió a la sociedad opresora en su corazón mismo, y allí, en Buenos Aires se instalo para denunciar, reclamar, persuadir y conquistar a una sociedad indiferente, casi siempre hostil a los anhelos de justicia de nuestro Pueblo.

Uso su nombre mapuche 'ilegal' y cantaba en mapu-dugun, su lengua casi extinguida; confección su ropa indígena que la usaba con orgullo donde fuera. Su sola presencia física era un reto y una evidencia demoledora, "Nuestro Pueblo no ha muerto, aun existe y seguirá' existiendo", repetía una y otra vez. Destinada a cubrir un espacio histórico, su partida pareciera irremplazable, solo su conducta ejemplar, dedicada a la noble causa humana por la sobrevivencia, justicia y libertad de un pueblo mutilado y expoliado por siglos, con su territorio ocupado, su cultura despreciada y hasta sus nombres prohibidos y que fueran reducido por la fuerza de las armas a una minoría. Este desolador panorama, no fue suficiente para quebrar su voluntad y fe en la bondad de la conciencia humana, esa determinación y fe será, sin duda, la fuente de inspiración de muchas Aime del mañana, quienes fortalecidas con su ejemplo, continuaran con la tarea temporalmente inconclusa, porque su partida física no fue mas que un pasaje de retorno que la condujo para siempre, en la mente y corazón de sus hermanos y de todos los oprimidos que al igual que el Pueblo Mapuche luchan por los derechos básicos inherente de todo grupo humano, el derecho a vivir en su mapu (tierra), de ser ellos mismos y dueños de su destino." 
* Este artículo fue originalmente escrito en octubre de 1987 y publicado en el Boletín Aukiñ en 1988, con el titulo "En memoria de una valiente luchadora" y, bajo el nombre de Imelcan Marhiqueo, nombre entonces utilizado por el autor