Por Luiz Inácio Lula da Silva *
La muerte del compañero Chávez, para la política de América del Sur, para América latina y diría que para el mundo, es una pérdida irreparable. Chávez era un hombre 80 por ciento de corazón y 20 por ciento de razón, como creo que deben ser todos los grandes hombres del mundo. Chávez pensaba mucho en su pueblo y, sobre todo, en las personas más pobres. Tuve el placer de conversar con Chávez muchas veces. Lo conocí en los tiempos del Foro de San Pablo. Después tuve la oportunidad de conocerlo mejor cuando él ya era presidente y yo había sido electo también presidente, pero aún no había asumido, para atender un pedido de petróleo de Venezuela, en ocasión de una huelga de los trabajadores de Pdvsa. A partir de mi aporte establecimos una relación muy fuerte porque teníamos muchas afinidades. Si teníamos divergencias ideológicas, teníamos muchas afinidades políticas, coincidíamos en el papel que debía jugar la relación estratégica entre Brasil y Venezuela, compartíamos la relación estratégica que debíamos tener con los países de América latina y comprendíamos el papel de los países pobres, sobre todo los de América del Sur, en el enfrentamiento construido con los países del Norte, sobre todo en la cuestión comercial y política. Eso hizo que un día, en 2007, pasáramos a tener una relación, más que entre dos presidentes, entre dos compañeros. Es decir que para evitar que hubiese cualquier problema en la relación entre Brasil y Venezuela, acordamos con Chávez que podríamos organizar tres o cuatro reuniones bilaterales por año: un encuentro en Brasil, otro en Venezuela para que pudiésemos generar una asociación que permitiese equilibrar el comercio entre nuestros países. De ahí surgió la idea de instalar una refinería en Berlinda.