El 16 de junio de 1955 al mediodía, en Buenos Aires, muchos transeúntes recorrían las calles céntricas de la ciudad. Algunos caminaban rumbo a sus oficinas, otros salían del banco y muchos esperaban, mirando al cielo, a los aviones que realizarían la exhibición aérea anunciada. Incluso algunos creían que lanzarían flores.
No imaginaban que la oposición al gobierno del Presidente Perón intentaría un golpe llevando a cabo uno de las acciones más oprobiosas de nuestra historia, sin antecedentes en la historia de América Latina.
A las 12:40 del mediodía aviones de la Fuerza Aérea y de la Aviación Naval de la Armada Argentina comenzaron a lanzar toneladas de explosivos sobre la Plaza de Mayo y otros puntos de la Capital, continuando en sucesivas oleadas hasta casi las 6 de la tarde.
Simultáneamente, grupos de comandos civiles ocuparon Radio Mitre: anunciaron, falsamente, la muerte de Perón y leyeron una proclama golpista, que comunicaba la formación de una junta de gobierno con miembros de las Fuerzas Armadas y representantes del radicalismo, el socialismo y los conservadores. En la conspiración también actuaron la Federación Universitaria Argentina, la Acción Católica y sectores de logias y masonería.
En Buenos Aires y sus alrededores, las bombas causaron 309 muertes y cientos de heridos. Del lado atacante no hubo víctimas. Sin lograr el apoyo integral de las Fuerzas Armadas, gran parte de los golpistas se refugiaron en Uruguay.
El Bombardeo a Plaza de Mayo fue la forma más pública y explícita que encontraron los grupos opositores, políticos y militares, de sembrar el escarmiento y el terror en los sectores populares que apoyaban al gobierno peronista. Fue el anuncio del golpe de Estado que se concretaría exactamente tres meses después, el 16 de septiembre de 1955.
Esta masacre fue la matriz brutal de todas las expresiones posteriores del terrorismo de Estado en la Argentina. Incluso, los jóvenes homicidas de aquel junio sangriento fueron jefes en los golpes de Estado que asolaron el país posteriormente, incluyendo el más feroz de todos, el del 24 de marzo de 1976.
Los efectos directos del Bombardeo en la población fueron el terror y el silencio. El golpe de septiembre acalló a las víctimas y sus familiares, quienes no tuvieron dónde expresar su dolor. Los victimarios eran presentados como héroes de la democracia y la civilidad, con la complicidad de los medios masivos de comunicación. Al mismo tiempo el peronismo estaba perseguido, proscripto y clandestino.
Se necesitaron 50 años para que las víctimas fueran reconocidas como tales y que el Estado asumiera su responsabilidad emergente por la actuación de parte de sus Fuerzas Armadas en contra de su pueblo.
Recién el 16 de junio de 2005, con el gobierno de Néstor Kirchner, se realizó un reconocimiento a las víctimas del Bombardeo y sus familiares. El 25 de noviembre de 2009 se sancionó la Ley Nº 26.564 de reparación a las víctimas.
Los sectores políticos que participaron de la masacre nunca fueron juzgados como autores intelectuales y partícipes del homicidio de su pueblo. Aún queda un largo trecho en el camino de la memoria, la verdad y la justicia.
Fuente: http://www.jus.gob.ar/