Si hay una institución de bien público que merece destacarse en una comunidad, esa es la cooperadora escolar. Sus esfuerzos fueron siempre esenciales para sostener el derecho al acceso a la educación en todo tiempo y lugar; pero también esa misma acción ofrece un testimonio impar a todos los ciudadanos: la solidaridad no es una opción, sino una obligación moral.
Si algo caracteriza a las cooperadoras escolares es que se trata de un espacio donde el individualismo no tiene cabida, pero sí la suma de las individualidades en beneficio del conjunto.
Es que cooperar no es otra cosa que accionar en grupo, con conciencia de equipo, y sumar esfuerzos para superar las dificultades, satisfacer las demandas de cada institución escolar y esencialmente ofrecer un testimonio de compromiso ejemplar en la educación de los hijos.
Que valga esta introducción para dimensionar la importancia de que hoy se celebre el Día de las Cooperadoras Escolares. La fecha, como toda fecha de celebración no es azarosa. Recuerda y se inspira el 15 de octubre de 1816, cuando se constituye en ese entonces en la frontera de Chascomús, provincia de Buenos Aires, la primera junta vecinal de ayuda a las escuelas. Esa junta vecinal fue la levadura para impulsar luego a las actuales cooperadoras ya no sólo escolares sino de bien público como las que trabajan en la salud a través de un hospital.
Hay que valorar el esfuerzo de los padres, dado que gracias a ese concurso se cubren muchas veces los propios déficits del Estado. En este marco es menester señalar algo: así se tuviera el Estado más perfecto que pueda existir, el ejerccio de la cooperadora igualmente deberíae existir, dado que en materia educativa nada le puede ser ajeno a un padre y de la misma manera –como ya se apuntó- el ejercicio solidario es una obligación moral y no una opción.
Pero es una triste realidad cuando el Estado descansa en el esfuerzo de las cooperadoras. Por eso su accionar es clave para la comunidad educativa, dado que sería imposible sostener a muchas escuelas y a muchos alumnos dentro del sistema educativo sino fuera por las cooperadoras.
De todos modos, la presencia de una cooperadora escolar permite también a cada escuela poder trabajar en valores, superando los obstáculos del individualismo y logrando que la educación sea un fin más integral.
En el Día de la Cooperadora Escolar es oportuno expresar que se trata de una de las organizaciones nio gubernamentales más tradicionales del país. Muchas escuelas sería imposible pensarlas sin su cooperadora: he ahí –una vez más- su rol clave. No se trata solamente de llevar adelante iniciativas para resolver cuestiones materiales de la escuela, sino fundamentalmente involucrar al padre en un mayor compromiso para avanzar en la llamada gestión escolar. Es en ese compromiso donde radica el mayor desafío: incorporar a la comunidad educativa y especialmente al padre en un rol activo en la educación de los hijos.
Lamentablemente, a lo largo de la historia se ha comprobado que el Estado muchas veces ha descansado sobre los hombros de una cooperadora y así fue dejando de ejercer funciones que le son por naturaleza y por ley propias.
Por último, los padres tienen múltiples formas de ayudar a una cooperadora escolar: desde estar al día con la cuota (que siempre es exigua) hasta ofrecer sus esfuerzos y talentos para una determinada actividad. Lo que no se puede hacer ni desde el Estado ni desde los padres, es dejar a una cooperadora sola; porque eso es justamente todo lo contrario a la solidaridad.