Editor de El Tribuno, uno de los periódicos más violentamente opositores a Rivadavia, Manuel Dorrego admitía la perniciosa acción que cierto periodismo era capaz de ejercer. Es así que, electo gobernador de Buenos Aires, dicta la ley sobre libertad de imprenta donde en su artículo 1 se declara que son abusivos los impresos que ofendan con sátiras e invectivas la reputación de algún individuo o publiquen defectos de su vida privada. El artículo 2 establecía que no estaban comprendidos en el anterior los impresos que denunciaran o censuraran "actos u omisiones de los funcionarios públicos en el desempeño de sus funciones".