La primera bomba atómica cayó en Hiroshima
Las guerras mienten
Ninguna guerra tiene la honestidad de confesar:
Yo mato para robar.
Las guerras siempre invocan nobles motivos,
matan en nombre de la paz, en nombre de dios, en
nombre de la civilización, en nombre del progreso,
en nombre de la democracia y si por las dudas, si tanta mentira no alcanzara, ahí están los grandes
medios de comunicación dispuestos a inventar
enemigos imaginarios para justificar la conversión
del mundo en un gran manicomio y un inmenso
matadero.
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