El 30 de noviembre se celebra el “Día Nacional del Mate”, lo que implica un merecido reconocimiento a una infusión profundamente arraigada en las costumbres y tradiciones de nuestro país. Es más, el hábito de matear es incluso previo a la colonización, ya que fueron los aborígenes guaraníes quienes introdujeron al “hombre blanco” en el consumo de la yerba mate.
Tomar mate implica mucho más que beber una infusión. Tomar mate es un gesto de amistad, de cordialidad; un sinónimo de encuentro que trasciende edades y estratos sociales. Científicos argentinos y de otras partes del mundo cuentan con trabajos que destacan las virtudes del mate. Y muchos de ellos ya están investigando de qué manera se puede aprovechar sus propiedades en el desarrollo de alimentos funcionales y también en planes nutricionales que potencien sus efectos benéficos.
Fue precisamente esta combinación de valores sociales, culturales y saludables la que llevó al Congreso de la Nación a sancionar la Ley 27.117 y disponer que el día 30 de noviembre de cada año se celebre el “Día Nacional del Mate”, en conmemoración del nacimiento del caudillo Andrés Guacurarí y Artigas, más conocido como “Andresito”. De familia guaraní, “Andresito” nació el 30 de noviembre de 1.778 en Santo Tomé (Corrientes) y gobernó la denominada Provincia Grande de las Misiones.
Una infusión muy saludable
En la Argentina se consumen alrededor de 256 millones de kilos de yerba mate, lo que implica un consumo anual per cápita de unos 6,4 kilos. La yerba mate está presente en más del 90% de los hogares y su consumo, sobre bajo la forma de mate tradicional, aporta al organismo gran cantidad polifenoles, vitaminas del complejo B, potasio, magnesio y xantinas. Los polifenoles actúan como un poderoso antioxidante, que ayudan a aumentar las defensas y a disminuir el envejecimiento celular.
Las vitaminas del complejo B ayudan al cuerpo a aprovechar mejor la energía de los alimentos ingeridos. El potasio y el magnesio son sustancias indispensables para el correcto funcionamiento del corazón.
Las xantinas (cafeína, teobromina) son compuestos que estimulan el Sistema Nervioso Central; es decir, apuntalan al esfuerzo físico e intelectual.
Los orígenes del mate
Los orígenes del mate se remontan a la cultura de la etnia guaraní. Las hojas de la planta de yerba mate (Ilex paraguariensis) eran utilizadas por los aborígenes como bebida, y eran objeto de culto y ritual, y moneda de cambio en sus trueques con otros pueblos prehispánicos: los incas, los charrúas y aún los araucanos a través de los pampas, recibían yerba elaborada de manos de los guaraníes.
Caá en lengua guaraní significa “yerba”, pero también significa planta y selva. Para el guaraní, el árbol de la yerba es el árbol por excelencia, un regalo de los dioses. Tomar la savia de sus hojas era para ellos beber la selva misma.
Los conquistadores aprendieron de los guaraníes el uso y las virtudes de la yerba mate, e hicieron que su consumo se difundiera en forma extraordinaria al punto de organizarse un intenso tráfico desde su zona de origen a todo el Virreinato del Río de la Plata.
Más tarde los religiosos jesuitas introdujeron el cultivo en las reducciones distribuidas en el norte de la Argentina, y Sur de Paraguay y Sudoeste brasileño. Fueron los grandes responsables de que la Yerba Mate Fuera conocida en el mundo civilizado, en donde llegó a conocérsela como el “té de los jesuitas”.
Recién en 1903 en Santa Ana (provincia de Misiones) se realiza la primera plantación moderna de yerba mate. Hasta entonces y aún por muchos años, la yerba que se consumía provenía de la selva, de plantas silvestres que crecían en manchones con gran densidad de árboles, llamadas islas.
La explotación irracional, en la que la tala de los árboles fue moneda corriente por siglos, ter-minó insumiendo por completo el recurso que parecía inagotable. Sólo con las plantaciones racionales, los cultivos de yerba volvieron a hallar su lugar en la historia.
La costumbre del mate ha permanecido inalterada desde tiempos remotos y por cinco siglos de historia, arraigándose cada vez más en los usos del sur de Sudamérica y extendiéndose a lugares lejanos.
La leyenda de la yerba mate
Sostienen los investigadores que hace más de mil años, los aborígenes guaraníes iniciaron una larga migración hacia el sur desde el corazón de las selvas sudamericanas: quizás desde la meseta del Mato Grosso, donde se separan las aguas que se encauzan hacia el norte, hacia las selvas amazónicas, y las que descienden hacia el sur, a la cuenca del plata; o quizás desde más al Norte todavía.
Fue, tal vez, durante ese periplo que los guaraníes dieron nacimiento a una de las leyendas que explica el origen de la planta de yerba mate. Como es característico de su cultura, esta historia se transmitió oralmente de generación, hasta llegar a nuestros días.
“Hace mucho tiempo, una tribu nómada decidió dejar la región que habitaba desde antaño. Sin embargo, un anciano no se sintió con la energía suficiente para seguir a su gente. Entonces la tribu dejó a Yar, tal era el nombre del anciano, en la compañía de su hija Yarí, que se negó a abandonarlo. El anciano construyó un refugio primitivo con sus propias manos, y ambos continuaron con su acostumbrado modo de vida en medio de ese entorno salvaje y primigenio.
Un día, al anochecer, apareció un extraño ser. El color de su piel era raro y también su vestimenta, en relación a lo que estaban acostumbrados. A pesar de ello, padre e hija lo trataron con deferencia, ofreciéndole su hospitalidad desinteresada y los mejores alimentos que tenían en su humilde morada.
Ocurrió que el extraño era el mismísimo “Tupá”, el dios bueno, que quería conferirles un presente milagroso y permanente. El poder mágico del presente permitiría contar siempre con los medios para recibir y atender a sus visitantes; así como también les ayudaría mitigar el largo período de aislamiento. Así hizo que una nueva planta creciera en la selva, y luego les enseñó a preparar una bebida tónica y estimulante que pasaría a ser, con el tiempo, un símbolo de bienvenida para los huéspedes de la casa. Ungió a la bella Yarí como diosa protectora (Caa Yarí) y a su anciano padre, como su custodio.
Los dulces cuidados y la protección constante prodigados a las plantas, lograron que las plantaciones de yerba mate se multiplicaran en forma infinita. Y así es como encontramos una especie de simbiosis en esta bebida: la mujer joven y bella, y el anciano habilidoso revelaron, siendo dioses, la misma actitud que, por obra de sus corazones generosos, que habían tenido siendo simples mortales. De esta manera, a partir de la naturaleza misma, con la fuerza de sus elementos más puros y del corazón de las plantaciones de yerba mate, los dioses nos protegen…”