El 15 de noviembre de 2000, la Asamblea General de las Naciones Unidas presentó una carta firmada por los representantes de Eslovenia, Malta, Bulgaria, Eslovaquia y Polonia para decretar al 31 de agosto como Día Internacional de la Solidaridad, siguiendo la línea que ya se había planteado en la Declaración del Milenio: la convicción de que el siglo XXI tendría que tener a la solidaridad como uno de los valores fundamentales para las relaciones internacionales.
En la Declaración del 31 de agosto como Día Internacional de la Solidaridad la ONU recuerda que la solidaridad no sólo es un requisito de carácter moral, sino también una condición previa para la eficacia de las políticas de los países y los pueblos. Es una de las garantías de la paz mundial.
Vivimos un período de grandes diferencias entre los ricos y los pobres. El verdadero progreso no se logrará sin la cooperación entre todas las naciones y los pueblos para acabar con la pobreza y sin la solidaridad con los desposeídos. Debemos asumir la responsabilidad ante los que no pueden obtener los recursos suficientes para el desarrollo, cuyos derechos humanos y dignidad no se respetan.