Antonio Berni nace en Rosario, provincia de Santa Fe, en 1905. En 1925 viaja a Europa. Conoce al filósofo marxista Henri Lefebvre, y al poeta surrealista Louis Aragón, con quien Berni comparte las ideas sobre el compromiso del arte con la revolución.
En 1930 regresa a la Argentina y se instala junto a su mujer Francesa y su hija en Rosario. En 1931 adhiere al Partido Comunista y, al año siguiente, provoca al público porteño –en el marco del gobierno militar de Uriburu– con una muestra surrealista (la primera en la Argentina), realizada en la Asociación Amigos del Arte. Ante la crisis económica y los problemas políticos y sociales que estaban atravesando el país y el mundo a partir de 1930, la producción de Berni se vuelca hacia un realismo crítico.
Artista comprometido, político y controversial, Antonio Berni es considerado uno de los artistas argentinos más importantes del siglo XX. Siempre atento a las tendencias contemporáneas, pero sin perder la fuerza de su arte enraizado en la realidad social y política, Berni experimentó con diferentes técnicas, soportes y materiales que respondían a corrientes y tendencias artísticas diversas.
La serie de las grandes témperas sobre arpillera que realiza en este período (Manifestación, 1934; Desocupados, 1934) es el resultado del debate entre algunos artistas del momento –los muralistas mexicanos y Candido Portinari en Brasil– sobre el rol que debían ocupar el arte y el artista en la sociedad.
En los años 60, fiel a su vocación narrativa y crítica, Berni desarrolla la saga de sus dos personajes-ícono: Juanito Laguna, un niño de villa miseria, y Ramona Montiel, una prostituta. En esta década, comienza a experimentar con la técnica del grabado, creando los xilo-collages-relieves y ensamblados, que adquieren cada vez mayor volumen. También trabaja en la serie de los monstruos construidos con materiales de descarte.
Berni elige narrar la historia de sus dos personajes con los desechos de la misma sociedad que los excluye. Este es el caso de La gran tentación o La gran ilusión, de 1962. Preocupado por la eficacia de su mensaje, el artista da testimonio de los márgenes de esta sociedad industrial con pedazos de esa misma realidad, residuos de acontecimientos, huellas de historias individuales y sociales que hoy sorprenden por su actualidad.